El adoquín liberado, extraído de su lugar habitual como pieza de recubrimiento de la piel urbana, se convierte durante las situaciones de insurreción civil en la materia prima de las barricadas y munición popular. Tras el conflicto el objeto adquiere la memoria y el significado que sobre él proyectan los partícipes de la insurreción y ahora se ha convertido en memorial. En Kiev forman ahora pequeños templetes semicirculares en la calle Institutskaya, donde guarecen las fotografías de los caídos y preservan la memoria de los acontecimientos.
Las intervenciones modelan el paisaje de la urbe. La oficialidad arquitectónica del poder es re-modelada y los lugares adquieren una nueva significación y otros elementos y anarco-arquitecturas se instalan en los espacios.
Estas emanaciones estéticas son fruto de las acciones de los individuos, pero también del modo en que estas son salvadas y registradas a fin de coleccionar un testamento audiovisual. El carácter iconográfico de estos registros proporciona visualidad y materialidad a las ideas que los inspiraron, y como tales serán coherentes formal y estéticamente a los valores panculturales que inician estas acciones. Estas imágenes se proyectan e impregnan el objeto dotándolo de un significado que solo se descifra desde la subjetividad de los actuantes de la revolución.