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INSURGENCIA CULTURAL.

En el documental Adiós al cine el director Juri Illienko afirma que el llamado libre Estado Ucraniano se ha convertido en una farsa controlada por un poder corrompido, burocratizado y dominado por la mafia. El enemigo de la cultura es este sistema, que la ve como un peligro. Para asegurarse el poder, este estado necesita destruir la cultura -antes que la economía-. La colonización de instituciones extranjeras en el medio cultural está encaminada a “eliminar las almas de las personas, el espíritu de la nación y la nación misma”.
Esta realidad tan clarividentemente descrita por Illienko es aplicable en todo Occidente. La producción artística y cultural que es distribuída por los canales de difusión a nivel global se transformado en un elemento capitalizable sometido a intereses exclusivamente de mercado, que se ha institucionalizado como una herramienta de poder por encima de las entidades políticas y sociales. Consecuentemente se inicia un proceso de distorsión de las culturas locales que influye en el desarrollo de la sociedad. Ante esta situación de barbarización cultural, los valores la sociedad, impregnando todos los aspectos cotidianos de funcionamiento y organización de ésta, actúan como fuerza de choque ante la intención subyugante, sea de los poderes del estado al servicio del capitalismo cultural o a merced de las organizaciones que pretenden controlarlo. Las revoluciones contemporáneas están demostrando que no solamente el factor político es necesario para mover a la sociedad civil, sino que ésta necesita reafirmar su identidad cultural como justificante de sus acciones.

PARA DESTUIR UNA NACIÓN, ANTES QUE ATACAR SU ECONOMÍA, HAY QUE ACABAR CON SU CULTURA.